La productora galesa Kelly Lee Owens tenía material propio de sobra para dar inicio a su segundo álbum, ‘Inner Song‘, con decisión. Tenía el single techno ‘Melt!’, una canción tan importante en el desarrollo de su carrera como va a ser ‘On‘ e incluso otro sencillo llamado ‘Night’. Sin embargo, ha decidido comenzar con una extrañísima versión de Radiohead, de un tema algo perdido como es el caso de ‘Weird Fishes / Arpeggi’. Ella se ha quedado con «Arpeggi» y es hoy nuestra «Canción del Día«. Foto: Kim Hiorthøy.
El nuevo título se debe a que lo que ha hecho Kelly Lee Owens es prescindir de toda la letra y centrarse en los «arpeggios». Por un momento pensó en cantarla, pero rápidamente se dijo que por ahí no podía añadir mucho a lo que ya había hecho Thom Yorke (aunque es discutible, dado su tono de voz totalmente angelical). En definitiva, optó por tomar parte de la melodía de la composición y construir con ellas nuevos «arpeggios», en este caso de sintetizador, para hacer honor a su nombre de otra manera. Con esa parte más electrónica, ahora parece una producción de Warp Records, en verdad uno de los sellos preferidos de Radiohead desde la edición de ‘Kid A’.
En una entrevista con la artista que publicaremos en breve celebrando que ‘Inner Song’ va a ser nuestro «Disco de la Semana», preguntamos a Kelly Lee Owens si Radiohead habían tenido que aprobar su adaptación tan libre, ante lo que bromeaba, entre risas: «¡Coge el dinero, Thom, no me importa! Tenemos la misma compañía de management, y lo que sucede es que me encanta ‘In Rainbows'». Sobre la libertad creativa e incluso cierta dificultad para reconocerla, contestaba: «Eso es bueno, hay gente que le gusta Radiohead y no la reconoce, y hay gente que sí. Me gusta… No: me puto encanta ese disco. Mi manera de proteger mi visión es que estoy muy orgullosa de cómo me ha quedado. Ayuda que a otros también les guste, espero que la gente encuentre en el álbum lo que busca».
En otra entrevista con Dazed Digital, Kelly Lee Owens detallaba que cuando piensa en «arpeggios» piensa directamente en sintetizadores (y no en arpeggios de guitarras, que es lo que encontrábamos en la grabación original), por lo que decidió tirar por ahí. Y sin voces. «Intenté grabar voces, pero me dije: «Nah, Kelly, ni siquiera lo silenciemos, borrémoslo del todo. Eso no necesita estar ahí. Thom Yorke lo hace muy bien, vamos a dejar que hable la música. Y eso fue el principio, los arpeggios emergiendo de una superficie nebulosa hacia la luz. Ahí fue cuando necesité empezar con el viaje de este disco». Aunque hoy por hoy es mera fantasía, en esta entrevista la artista afirma que le «encantaría trabajar con Thom Yorke». Añadía con humildad: «Sé que probablemente soy la persona número 10.000.000 en decir esto, pero creo que podríamos crear algo increíble. Quién sabe, quizá él lo odiaría. No creo que le gusten muchas cosas».
El último homenaje a ‘In Rainbows‘ de su curiosa adaptación Kelly Lee Owens lo realiza cuando en los 2 últimos minutos de ‘Arpeggi’ cambia la melodía, dándole un nuevo rumbo más o menos en su mitad… que es exactamente lo mismo que sucedía en las canciones más impactantes de ‘In Rainbows’, como ‘Bodysnatchers’ y ‘Jigsaw Falling Into Place’. Y también por supuesto en la misma ‘Weird Fishes / Arpeggi’, que en su último minuto se transformaba pare ofrecer una «outro» de melodía turbia pero texto escapista: «pulsaré el botón y escaparé», decía Yorke. Algo que viene que ni pintado a Kelly Lee Owens en este álbum, por mucho que haya decidido no cantar esto, pues ‘Inner Song’ se ampara en la sensación de esperanza, partiendo de 3 de los peores años de su vida.
Anoche fueron los VMA’s de MTV, en las condiciones especiales en que lo ha permitido la covid-19. En lugar de en el Barclays Center, han sido distintos lugares de Nueva York los que han acogido la ceremonia. The Weeknd, Lady Gaga y Miley Cyrus han estado entre las mejores actuaciones de la noche, como ya puede comprobarse en Youtube.
Los dos primeros pueden considerarse los grandes ganadores. En realidad, parecía una noche completamente al servicio de Gaga: la ceremonia fue un desfile de modelos y mascarillas de Stefani Germanotta, en ocasiones tronchantes, recogiendo una ristra de premios como Mejor Artista del Año, Mejor Canción del Año, Mejor Colaboración… pero se le ha escapado el que se suele considerar el galardón capital de estos premios, el Vídeo del Año, que ha sido para Abel Tesfaye. En este artículo repasamos los que han sido algunos de los mejores y de los peores momentos de la noche.
Lo mejor de los VMA’s 2020
Lady Gaga siendo Lady Gaga Como si estuviéramos en 2010, año en que arrasó entre ‘Bad Romance’ y ‘Telephone’, Gaga ha robado el plano durante toda la ceremonia, luciendo un modelo diferente en cada una de sus muchísimas apariciones recogiendo premios artísticos y uno creado para ella ad hoc este año, el MTV Tricon Award, que reconoce su labor artística polifacética, activista y filántropa. Especial mención mereció su barbijo con cuernos. La cantante realizó un medley de casi 10 minutos comenzando con uno de los instrumentales de ‘Chromatica’, el ”fan favorite” ’911’, la incorporación de Ariana Grande -también con su mascarilla- en ‘Rain on Me’, con las coreografías marca de la casa; y una versión medio piano «coitus interruptus» medio synth-pop «explosión final» de ‘Stupid Love’. Era evidente que esto se había rodado en varias tandas y que no era en vivo, ¿pero a cuánta gente le importaba a estas alturas de la película y precisamente en este año exento de espectáculos? Al final la cantante se subió por unas escaleras, y cuando pensabas que comenzaría ‘Sine From Above’ o ‘Free Woman’ o ‘Sour Candy’… se volvió a su mundo de Chromatica y a la cama. ¿Una metáfora de lo que nos aguarda promocionalmente hasta que comience la gira del disco en 2021? Quizá al recoger el premio a Mejor Canción nos había dado la clave de su absentismo durante los últimos meses: “ganar el premio a Mejor Canción es lo que más me alegra porque mi corazón es más bien de compositora”. Por lo visto esta noche, esa faceta y la de performer tampoco es que parezcan incompatibles.
La sobriedad de The Weeknd The Weeknd ha aportado un poco de sal al final, al ganar finalmente con el premio al Vídeo del Año por ‘Blinding Lights’. Un poco como cuando ‘Crash’ derrotó a ‘Brokeback Mountain’ en el premio final de los Oscar, o cuando ‘Moonlight’ arrebató el Oscar de las manos a ‘La La Land’. A Abel le hubiera sentado mejor el premio de Canción del Año, pues ‘Blinding Lights’ no ha dejado de crecer a lo largo de los meses; o incluso el de Artista del Año, pues ‘After Hours‘ es excelente y con él ha subido un peldaño más; pero parece haberle dado igual. Tesfaye ha abierto la ceremonia con una buena actuación desde un rascacielos, sobria, elegante, meditada y de la canción que tenía que interpretar, sin irse por las ramas. Mejor aún han sido sus brevísimos discursos de agradecimiento, en los que ha aparecido magullado, en representación del personaje de su excelente álbum, pero también como parte del Black Lives Matter. Todas sus escasísimas palabras han sido para recordar la violencia policial sufrida por Breonna Taylor y Jacob Blake. Como parte de la comunidad negra, ha escogido dejar la música en un segundo plano, incluso a pesar de estar siendo su año.
El autohomenaje de Miley Cyrus Miley ha ofrecido una actuación minimalista pero con sus trucos visuales de ‘Midnight Sky’ que, desde su aparente sencillez, es el típico set que hace ganar puntos a una canción. Como colofón de un show sobrio y muy dedicado a sus referentes (Blondie, Joan Jett…), la cantante se ha incluido a sí misma en su lista de referencias, subiéndose a una bola de demolición, en obvia sintonía con los tiempos de ‘Wrecking Ball’, el que puede ser su momento más icónico.
La teatral actuación de DaBaby También imaginativo ha sido el show de DaBaby, muy teatral en su representación, divertido en sus coreografías, adecuado en su uso del enganchados y por supuesto con dardo político. Hemos visto al artista esposado en la parte de atrás de un coche de policía mientras sonaba ‘Blind’ y celebrando en el techo del mismo su macrohit ‘Rockstar’, mientras un helicóptero amenazaba.
BTS ganan puntos No estoy entre los seguidores de BTS, ni siquiera entre los mayores defensores de ‘Dynamite‘ de nuestra redacción, pero poco a poco me van ganando. Los surcoreanos han ofrecido una actuación bastante simpática simulando que estaban delante de diversos espacios de Nueva York. Puede haber sido en vivo, o lo pueden haber grabado hace un mes. Pueden haberlo rodado en Nueva York o en Corea del Sur, pero los chicos han hecho su coreografía, sincronizada con alguna proyección, y lo suyo era más o menos lo que esperábamos de una gala en tiempos de covid.
Lo peor de los VMA’s 2020
La ausencia de Dua Lipa Dos nombres han eclipsado la noche de los VMA’s en Twitter: el de Adele por subir una foto nueva a Instagram -siempre un acontecimiento- en la que en concreto parecía Katy Perry, y el de Dua Lipa. La autora de ‘Future Nostalgia’ ha sido relegada de esta ceremonia de manera tontaa, pues es la artista pop del año, o como mínimo, una candidata a ello, y han sido muchos los usuarios los que han notado su ausencia. ¿Qué hacía Justin Bieber nominado a Artista del Año tras el fracaso de su disco? ¿No habría sido mejor nominar a DaBaby por su hitazo ‘Rockstar’ que como Artista del Año?
Maluma en el Autocine Cuando me imaginaba la ceremonia de los VMA’s en plena pandemia mundial, en el peor de los casos me imaginaba una actuación como la que ha terminado ofreciendo Maluma. El cantante ha ofrecido un show completamente estándar, en frente del desangelado escenario del autocine, para presentar ‘Hawái‘, el gran éxito de su disco ‘Papi Juancho‘, sin demasiada noticia ni gracia. CNCO, una hora después de él, han sacado muchísimo más partido a todas esas decenas de coches alineados. Eso sí, ha sido un puntazo que al recoger el premio a Mejor Tema Latino lo haya dedicado en castellano. En su discurso ha lamentado que J Balvin se cayera del cartel de los premios por problemas logísticos relacionados con la covid-19.
Doja Cat, recordando demasiado a Gaga Había muchas ganas de escuchar en directo ‘Say So’, la que ha sido una de las canciones de la temporada, pero Doja Cat no le ha sacado partido con una toma vocal totalmente enlatada, ni directo ni no, casi desagradable de oír, y una corte de aburridos bailarines, sin reseñable dirección. Doja Cat ha pagado el pato de tener que salir después de Lady Gaga, pues ha recordado demasiado a esta, en concreto a la etapa ‘ARTPOP’, que tampoco es que fuera la más inspirada en cuanto a presentaciones en directo. En ‘Like That’ se convirtió más bien en la Katy Perry de ‘Dark Horse’ en la Super Bowl, consolidando cierta imagen de “wannabe”.
El «jock strap» de The Black Eyed Peas A alguien se le ha ocurrido que Black Eyed Peas eran una gran opción para cerrar la noche con algunos de sus éxitos actuales y una versión de ‘I Gotta Feeling’ con Nicky Jam y Tyga. Con ella se han recreado en ese griterío y aplausos falsos clásicos de MTV, que este año menos que nunca queríamos escuchar. Y una cosa es lo que digan los números en streaming, y otra la presencia escénica de Will.i.am. Al 5º plano de los calzoncillos luminosos que portaban él y parte de su equipo, la actuación estaba condenada al aburrimiento. ¿Eso es todo lo que tenía para «robar el foco»? Meh…
Al comienzo, no compartía el entusiasmo por Troye Sivan de algunos de mis compañeros y nuestros lectores. Me caía fenomenal, pero ‘Blue Neighbourhood‘ me resultó un álbum completamente dependiente de sus influencias, en el que el 'singer' australiano parecía antes un fan (de Robyn, de Lorde, de Taylor Swift) que un artista por sí mismo. ‘My My My‘ me sonaba como una canción incluso básica y boba. Sus colaboraciones con Ariana Grande y Charli XCX, las estupendas ‘Dance to This‘ y ‘1999’, me hicieron replantear mi postura, y este EP que sacó este año es desde mi punto de vista su consolidación absoluta, la que felizmente me hace comerme mis palabras.
Su mano derecha en cuanto a producción y co-autoría se reduce prácticamente a Oscar Görres, pues la colaboración de Teo Halm es mucho más puntillosa, limitada a la anecdótica ‘Could Cry Just Thinkin About You’, la pista de 51 segundos de este disco. Oscar es un productor sueco del equipo de Max Martin con el que Troye ya trabajó en ‘Bloom‘, que ha colaborado con Britney Spears y Taylor Swift, pero no en sus mayores éxitos. Habitual más bien en los créditos de MARINA y Allie X, está desarrollando junto a Sivan muchos de sus mejores trabajos, pues las texturas elaboradas en este ‘In a Dream’ son elegantes, ricas y también cambiantes, a veces imprevisibles.
La elección de los singles es estupenda. Sucumbimos ante ‘Take Yourself Home’, una composición que empieza sonando chill, ambiental y sinte como un temazo de los viejos Washed Out, entre coros de reminiscencias playeras y una timidísima línea de guitarra a cargo de Görres, solo para al final ofrecer un quiebro en lo que el propio Troye ha llamado una «outro de corte housey». El house es una referencia también cuando menos te lo esperas en ‘Stud’, que tras comenzar como una «torch song» a piano influida por James Blake, revienta como una producción que podría haber pertenecido a la Róisín Murphy de ‘Overpowered’ y los singles que sucedieron a aquel álbum.
‘Rager Teenager!’ cuenta con una producción intensa, que puede sonar tanto a ese The Weeknd que se ha mirado en los 70 en la estupenda ‘Scared to Live’, pero esconde también sus recovecos: la guitarra eléctrica breve y desmelenada es deliciosa, como el vuelo que alza la composición. Por un lado encontramos ese teclado tan propio del synth-pop, como un estribillo instrumental de los primeros Depeche Mode. Y por otro, al mismo tiempo, esos beats violentos como prestados de la Björk de ‘Homogenic’.
Todas estas estrategias, unidas al pop al que apunta ‘In a Dream’ y su casi hilarante gancho instrumental en lo que en realidad es una pesadilla de desamor, son el remanso idóneo para transmitir las inquietudes de Sivan. Si ‘Take Yourself Home’ nos sonaba estival y playera es porque fue escrita sobre Los Ángeles, concretamente sobre el deseo del artista de abandonar la ciudad para volver con su familia a Australia. «Estoy cansado de la ciudad», manifiesta, mientras la frase del álbum podría ser «Si voy a morir, muramos en algún lugar bonito». Igualmente, ‘Easy‘, sobre una infidelidad, se sirve de su caja de ritmos cortante y sencilla para aportar aspereza al tema, que él entona cual «crooner» aún enamorado, pidiendo perdón.
Si ‘Could Cry Just Thinkin About You’ sí es una estupidez pendeja que no necesitábamos, en la letra de ‘Rager Teenager!’ sabe reírse de sus momentos más flojos, aunque el texto más interesante puede ser el de ‘Stud’. Esta palabra que en inglés significa «macho» o «semental» habla de su relación con su cuerpo y la aceptación del mismo frente a los hombres que son «todo músculos». «Tienes todos los músculos que quiero (…) ¿cómo es ser grande y fuerte? (…) ¿puedo ser un pedazo de tío para ti?», pregunta usando lenguaje tan coloquial en la comunidad gay como «buff», «hunk» o la propia «stud». Retando a su discográfica, publicando estas canciones más o menos cuando y como le ha dado la gana, y construyendo un discurso propio sin la ayuda de 20 manos, Troye Sivan sube al fin un gran peldaño, más cerca del prestigio de algunos de sus ídolos.
Calificación: 8,2/10 Lo mejor: ‘In a Dream’, ‘Easy’, ‘Take Yourself Home’ Te gustará si te gustan: Lorde, Robyn, Róisín Murphy Escucha:‘In a Dream’
Smashing Pumpkins pasaron a la historia por canciones que triunfaron en la era grunge como ‘Today’, extraída del seminal ‘Siamese Dream’ (1993), pero tan pronto como en el doble ‘Mellon Collie & The Infinite Sadness’ (1995) mostraron su amplitud de miras abriendo aquel disco con un instrumental a piano y ofreciendo tanto guitarras rock en ‘Bullet With Butterfly Wings’ como composiciones totalmente atemporales tan alérgicas a los géneros musicales como ‘Tonight, Tonight’. ‘Ava Adore’ mostró un decidido giro hacia la electrónica, oscura, y desde entonces Billy Corgan ha jugado de diferentes maneras diferentes cartas, pero pocas veces ha sonado tan synth-pop como en los dos singles que acaba de lanzar al mercado.
Porque las sorpresas son dos y no una. La primera de las canciones se llama ‘Cyr’ y es un medio tiempo de influencias industriales y new-wave que no está tan alejado de algo que hubieran podido firmar Depeche Mode e incluso los Duran Duran más oscuros (no los de ‘Ordinary World’). Si los teclados de esta composición te han volado un poco la cabeza, aguarda a escuchar el segundo de los temas. ‘The Colour of Love’ cuenta con una serie de ganchos instrumentales impropios de su carrera: un riff de guitarra un tanto ahijado del post-punk y, sobre todo, una línea de teclado que ni New Order u OMD. Uno busca en ellos algún tipo de sample o co-autoría pero al menos en los créditos de Tidal no aparece más nombre que el de Billy Corgan, si bien no podemos pasar por alto la importancia de esos coritos femeninos en ambas canciones. Volveremos sobre una de estas dos molonas nuevas composiciones este fin de semana en nuestra sección «canción del día«.
Hasta la fecha el último disco de Smashing Pumpkins fue ‘Shiny and Oh So Bright, Vol. 1 / LP: No Past. No Future. No Sun.‘, un álbum que no estaba tan mal, pero sí quizá demasiado ideado para su gira de reunión. Una gira que no cumplió las expectativas comerciales en todos los arenas de Estados Unidos confirmados, pero que podría haber sido peor: podía haber sido craneada para el año de la covid-19. Al fin y al cabo, al menos llegaron a estar en el Mad Cool cuando había Mad Cool.
Redactaba la reseña como Canción del Día de ‘My Own Soul’s Warning‘, el espectacular cañonazo en forma de canción que abre el nuevo disco de The Killers, se entendió como peyorativo que empleara la palabra «pastiche». La RAE la define como «Imitación que consiste en tomar diversos elementos y combinarlos de manera que el resultado parezca una creación original», lo cual me parece una manera inmejorable de definir lo que, al menos desde el punto de vista sonoro, contiene ‘Imploding the Mirage‘. Una amalgama de ecos confesos a Bruce Springsteen, New Order, Kate Bush y Peter Gabriel (nombres citados explícitamente en la nota de prensa), conviviendo armónicamente con otros no explicitados pero evidentes como Fleetwood Mac, The Cars, Arcade Fire o The War On Drugs. Agitando todo eso en una coctelera mental, el resultado sería ciertamente semejante al sexto disco de estudio del grupo de Las Vegas.
Además, parece una jugada maestra implicar en la grabación, a algunos de esos músicos –Lindsey Buckingham, ex-Fleetwood Mac, y Adam Granduciel, el hombre tras TWOD, ponen solos de guitarra– para que, además, se entienda como homenaje lo que podría entenderse como fusilamiento. Pero, como sabemos, eso no es suficiente para que un disco funcione, sin más. E ‘Imploding the Mirage’ tiene algo especial. Y no me refiero a que sea un disco atípico de The Killers, aunque también: con Dave Keuning semi-retirado y Mark Stoermer pasándose por el estudio solo ocasionalmente para dejar algún bajo o guitarra, el álbum ha sido prácticamente obra de Brandon Flowers y Ronnie Vannucci Jr., formando un improbable tándem con los productores Jonathan Rado (el analítico, según Flowers) y Shawn Everett (el salvaje), que dan unos notables empaque y riqueza al conjunto. Y así, con todo en contra, logran una de esas conjunciones astrales que parece debe acompañar a toda gran obra creativa, que la hace destacar como, muy probablemente, el mejor disco de The Killers hasta la fecha. Al menos, hasta que se publique ese otro que prometen para antes de un año y que, aseguran, supera a este. Veremos.
‘Imploding the Mirage’ es la continuación de ‘Wonderful Wonderful‘ en varios sentidos, pero no en el sonoro: sus maneras electrónicas quedan atrás –o casi: la funky ‘Fire In Bone‘, con sello de Stuart Price, parece venir de esa época– en favor de un rock más visceral y desbocado, aunque con muy acertadas pinceladas de sintetizadores y coros –cortesía del dúo femenino Lucius– que explican la referencia de Kate Bush o Peter Gabriel más allá de la épica de estadio a la que aluden las influencias más evidentes del álbum. Pero también lo es en el sentido lírico y contextual. Porque si aquel disco exponía los difíciles momentos vitales atravesados por su esposa en los últimos tiempos que pusieron en riesgo no solo su matrimonio sino también la vida de ella, en este caso se trata de la salvación de ambas cosas. Como declaran, ‘Imploding the Mirage’ es una especie de disco conceptual sobre una pareja que da batalla a las dificultades para mantenerse unida a pesar de todo, evocada por la cautivadora imagen de su portada, un lienzo del artista Thomas Blackshear titulado ‘Baile del Viento y la Tormenta’, cuyas figuras han servido de inspiración directa para Brandon cuando tenía un bloqueo con los textos, dice.
En esa lucha de Brandon y Tana Mundkowsky –en el disco hay dolor y miedo, pero el eje principal es la idea romántica del amor como salvación– ha sido crucial la decisión de abandonar Las Vegas con su familia y mudarse a un paraje natural de Utah, donde se crió el propio frontman, trasladadas aquí poéticamente como historias casi canónicas de inadaptados que huyen buscando huir del pasado o de una ciudad que no les comprende –hasta ahí alcanza la presencia del Boss de ‘Born to Run’, que precisamente hoy hace 45 años que veía la luz–. Pero también parece haberlo sido para la música del álbum, porque en gran medida sus canciones reflejan un renovado amor por la música ajena que les llevó a querer ser músicos. Como si revisitar aquellos desiertos y montañas de sus los early years de vida hubieran hecho a Brandon conectar con la excitación de aquel adolescente que quiere ser una estrella del rock, la épica de ‘Imploding the Mirage’ suena esta vez más real, creíble y natural que nunca antes en la carrera de The Killers.
No sin cierto manierismo que es ya casi un sello de identidad del grupo, la energía y la capacidad de cautivar de los Killers de 2020 se muestra inconmensurable en su arranque, con ese bombazo que es ‘My Own Soul’s Warning’ –quizá una de las cuatro o cinco mejores canciones de su carrera–, seguido de ‘Blowback’ –un elogio a la fuerza interior de su mujer–, la gran ‘Dying Breed‘ –la raza que muere es, por si no se entendía, la de las parejas que resisten el paso del tiempo y las dificultades– y una ‘Caution‘ que, si ya había logrado vencer las reticencias iniciales, crece aun más en el contexto del álbum. Justo en ese momento uno empieza a pensar que está al caer la tan habitual pájara en los discos de The Killers, esa irregularidad que hace años que impide disfrutar de sus discos al completo. Pero entonces llega ‘Lightning Fields’, un medio tiempo exquisitamente arreglado y construido –en el que Brandon, siguiendo con la línea romántica, evoca la relación de sus padres como paradigma–, con k.d. lang –que ejerce el papel de su madre, Jean, fallecida de cáncer en 2010, apareciéndose en sueños a su progenitor– haciendo una aparición tan breve como espectacular en el puente– y la certeza de que este es un disco especial es ya palpable.
No necesariamente significa que sea intachable, porque ‘Fire In Bone’ no entrega lo que promete su aire bailable –su gancho, entre juguetones guiños a Eurythmics, es más bien exiguo y repetitivo–, abriendo paso a una segunda mitad levemente menos impactante que la primera. Pero sí que el ímpetu y la capacidad para interesar y emocionar se mantienen altas gracias a canciones algo reiterativas pero magnéticas como ‘Running Towards a Place’ o ‘When the Dreams Run Dry’ (esta especialmente, gracias a sus constantes giros rítmicos y sus sintetizadores juguetones). Y, sobre todo, con números espectaculares como esa ‘My God’, en la que Weyes Blood se transmuta en una suerte de Kate Bush de la era disco para dar réplica a Brandon como un ente celestial; y la canción que cierra y da nombre al disco, en la que, aludiendo a sus primeros días junto a Tana en Las Vegas, el grupo marida a la perfección su propia identidad entre guiños al Springsteen que se animó a acercarse al synthpop y ese estribillo en crescendo realmente grande. No descarto que sea un fenómeno de sugestión colectiva derivado de algún tipo de mecanismo psicológico –diría que esto merece un estudio en condiciones–, pero ‘Imploding the Mirage’ se suma así a la extensa lista de discos que siguen surgiendo para, como si de un acto de justicia poética se tratase, sanarnos el insufrible dolor de este 2020.
Calificación: 8,1/10 Lo mejor: ‘My Own Soul’s Warning’, ‘Dying Breed’, ‘Caution’, ‘My God’, ‘Blowback’, ‘Imploding the Mirage’ Te gustará si te gustan: Bruce Springsteen, Arcade Fire, The War On Drugs, Fleetwood Mac. Escucha: ‘My Own Soul’s Warning‘
Con la muerte de Josetxo Ezponda en 2013, el under perdió a uno de sus talentos más singulares. El líder de Los Bichos dejó plasmado su carisma en una obra no muy voluminosa pero sí variada y valiente que lo mismo se dejaba empapar de glam y el rock más underground como se anticipaba a la moda latina en ‘Mescalito’ y la ranchera ‘Me gustaría llorar’, mucho antes de que la versatilidad fuera la seña de identidad definitiva de la modernidad. Su segundo álbum, el doble ‘In Bitter Pink’, publicado en 1991, fue reconocido como uno de los mejores discos del siglo XX por la prestigiosa y extinta Rockdelux.
¿Qué pasó después de publicar un par de discos en solitario, ‘My Deaf Pink… Love’ (1991) y ‘A Glitter Cobweb’ (1995), este último como El Bicho? A lo largo de tres años y con varias formaciones, Ezponda intentó darles continuidad con un álbum incluso secuenciado llamado ‘Doberman Yoghourt’. Incluso llegó a tener lista, medio improvisada, una portada, la que veis sobre estas líneas, pero que jamás vio la luz. Hasta que este verano el sello Hanky Panky se las ha arreglado para recuperarlo. Eso sí, sólo en formato físico: no se ha subido a las plataformas de streaming más que el tema que Josetxo quería que fuera el sencillo principal, ‘A Brighter Pearl‘, y ‘Baby’, a petición de nuestro site.
La generosa edición en vinilo es una reliquia para fans, con fotos y un encarte de 4 grandes páginas (12″) en el que Jaime Cristóbal y Fernando Gegúndez repasan exhaustivamente la historia de este álbum, recordando cómo el ex-Bichos Alfonso Asio grabó su parte en el año 2000 tan sólo un tiempo antes de fallecer; la desesperación de Ezponda tras mudarse a Madrid –en frente del conocido bar musical Tupperware– para tratar de vender el álbum a algún sello, tras el «supuesto interés» de Subterfuge; o la grabación en tan sólo en pocos días, sin los accidentes ni las turbulencias de otras ocasiones. Allí lo único que se consumió fue Coca-Cola.
Se califica la obra como «claramente un disco de Los Bichos, porque está Asio y porque es un disco eléctrico en su totalidad», y se recalcan las influencias habituales de Nick Cave & The Bad Seeds, Television, T.Rex o Mink DeVille. Hay canciones rugientes, ariscas y complejas, pero hay una que destaca particularmente por su accesibilidad. Se trata de la mencionada ‘Baby’ (¿o deberíamos llamarla «Hunger»?), la cual tras una intro aparentemente apaciguada, desata la locura («go nuts») en base a un riff que se repite sin ton ni son durante las estrofas, antes del cambio melódico del estribillo… si es que casi toda la canción no es un estribillo en sí misma.
Con un puente dub que sirve para levantar la vuelta al redil, supone un recuerdo del potencial que escondía el autor cuando le apetecía. «Ya es sabido que genialidad y comportamiento embarazoso van siempre de la mano» es una de las frases que le definen en este libreto, aunque el debate está en verdad no en su comportamiento en el ámbito privado sino en la contradicción de varias estrellas en su búsqueda de la fama y el reconocimiento… pero siempre sin venderse y huyendo del menor atisbo de «comercialidad». ¿Cómo no iba a ser este el single en lugar de ‘A Brighter Pearl’?
Phoenix se convirtió en una constante a lo largo de la carrera cinematográfica de la realizadora Sofia Coppola. Y no solo porque su cantante Thomas Mars esté felizmente casado con la directora y sea el padre de sus dos hijos, sino porque realmente las canciones de los franceses maridan fantásticamente con la estética de la hija de Francis Ford, quizá por el contraste que aportan –era el principal leit motiv de toda la BSO de ‘María Antonieta’, por ejemplo–. Hoy el cuarteto regresa a la música tres años después de su último álbum ‘Ti amo‘ y, como no podía ser de otra forma, lo hacen aportando una canción a otra película de la citada cineasta.
Se trata de ‘Identical’, una canción nueva que sonará en algún momento de ‘On the Rocks’, el primer filme de Coppola tras ‘La seducción‘. Se trata de una de las canciones más pop de Phoenix, género con el que han tenido sus más y sus menos sobre todo en los últimos años, pero que aquí abrazan por completo en una grabación brillante y excitante e incluso algo apegada a la pista de baile: a veces la producción podría ser de Cut Copy y la melodía y armonía vocal, de Delorean. El tema está dedicado a Philippe Zdar de Cassius, que fallecía en un accidente recientemente, dejando muy tocada a gran parte de la escena popera francesa. Philippe produjo, entre muchas otras cosas, el aclamado ‘Wolfgang Amadeus Phoenix’, donde estaban algunos de los mayores hits del grupo, como los inolvidables ‘Lisztomania’ y ‘1901’.
A estrenar el próximo octubre, la película citada está protagonizada por Rashida Jones, «una joven madre que reconecta con un padre playboy más-grande-que-la-vida en unas aventuras por la ciudad de Nueva York», según reza en IMDB. Este no está interpretado por otro que Bill Murray, actor crucial en su carrera por su papel en ‘Lost In Translation’, el film que la encumbró.
Por cuanto a Phoenix, no nos sorprendería lo más mínimo que ‘Identical’ se tratara también de un primer vistazo a un nuevo álbum del grupo, ya que eso es lo que sucedió exactamente con ‘J-Boy‘ cuando se mostró como parte de la BSO de ‘La seducción’, meses antes de la edición de ‘Ti amo’, del que ejerció de primer single. Desde entonces, al margen de los poderosos shows de ese trabajo en festivales nacionales como Low o Vida, el grupo apenas había editado algunas versiones alternativas de temas del disco (destacó un remix de ‘Fior di latte’ a cargo de A.G. Cook). Lamentablemente han sido noticia últimamente por su protagonismo involuntario en un vídeo viral de la política y abiertamente socialista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, para disculparse por su colaboración pasada con el desahuciado R. Kelly y para despedir precisamente a Philippe Zdar.
Triste noticia para los fans del indie británico de finales de los 90 –y no, no hablamos ni mucho menos de Britpop–: el polifacético artista Roger Quigley, conocido por sus trabajos solista y sobre todo por los proyectos At Swim Two Birds –su alias en solitario tras publicar como Quigley– y The Montgolfier Brothers junto a otro héroe del indie británico, Mark Tranmer de Gnac; fallecía a los 51 años este martes 18 de agosto, en Manchester. Lo hacía de manera repentina, según reporta hoy el sello sevillano Green UFOs, que se encargó de distribuir sus discos en España.
En un precioso obituario (asumimos que firmado por su director Rafael López), dicen que recordarán «a Roger por su voz casi rota, por su eterno optimismo, por su elegante forma de disfrutar de la vida, por su enorme modestia, por su ácida crítica política y por su chaqueta de cuadros incluso en los días de calor». Destaca también el cariño que Quigley dispensaba a nuestro país, «que visitó en numerosas ocasiones para llevar a cabo diferentes giras y actuar en varios festivales y al que buen seguro le hubiese gustado volver una vez más». Y también, en su fragmento más bonito, destaca su visión del arte: «Para Roger, natural de Salford, un suburbio de Manchester, la música jamás fue un fin en sí mismo. Nunca buscó la fama, nunca le importó el dinero… Las canciones eran simplemente una forma de llegar a los demás y relacionarse con ellos, la excusa perfecta para compartir una caña o una copa de jerez».
Como buen mancuniano nacido a finales de los 60, es evidente que Roger Quigley se empapó de primera mano de la carrera de The Smiths. Se reflejaba ya en las primeras canciones que publicó como Quigley a mediados de los 90. La melancolía de Marr, Morrissey y compañía empapaba su EP debut de 1995, ‘A Kind of Loving’, si bien su enfoque reunía esa melancolía en una tímida electrónica lo-fi, muy en boga por la época. Aquello atrajo al sello francés Acetone Records, que tras algún single suelto más publicaba en 1998 su disco debut ‘1969 Till God Knows When…’ Ahora sabemos que «Dios», la providencia o lo que sea tenía en mente este terrible 2020. Aquellas canciones ya hablaban de un estilo más personal, atmosféricas en sus ecos y sus repeticiones obsesivas, conectándole con el ambient pop de coetáneos como Piano Magic… o Gnac.
Aquel era el proyecto de Mark Tranmer, también oriundo de Manchester, que casi a la vez que Roger publicaba su debut ‘Friend Sleeping’. La conexión entre ambos fue inmediata, y pronto se concretó un dúo bajo el nombre de The Montgolfier Brothers, los pioneros de la navegación aérea en globo aerostático. Los paisajes casi cinematográficos de Tranmer (que ha citado, además de a The Durutti Column, a Michael Nyman o Ennio Morricone como sus mayores influencias musicales) se convertían en el vehículo perfecto para la voz doliente pero cálida de Quigley. Así quedaba demostrador en los tres álbumes tan maravillosos como poco conocidos como ‘Seventeen Stars’ (1999) –que, junto a joyas como ‘Even If My Mind Can’t Tell You‘, contenía una de las canciones más emotivas que uno haya escuchado jamás: ‘Between Two Points‘–, ‘The World Is Flat’ (2003) –ambos en Poptones, el sello de Alan McGee después de su salida del mítico Creation Records– y, quince años después de su primer disco, un ‘All My Bad Thoughts’ que cerraba un triángulo inmaculado de pop precioso, poético, exquisito y evocador.
Al margen de su carrera con Tranmer, Quigley siguió cultivando su propio cancionero, pero ya bajo el alias de At Swim Two Birds –no podía sino escoger para rebautizarse el nombre de la obra maestra del novelista irlandés Brian O’Nolan–. Así lanzaba en 2003 un ‘Quigley’s Point’ que, sin apartarse del todo del proyecto con Mark, se abría a espacios más luminosos, con bases rítmicas incluso bailables (‘Darling’), pero sin perder la elegancia. ‘Returning To the Scene of Crime’ (2007), alternaba brillo y oscuridad, y ‘Before You Left’, publicado en 2009, era el último disco en solitario de Roger (que sepamos). Siempre con la atemporalidad por bandera, alineándose con el romanticismo de crooners contemporáneos como Jay Jay Johansson y Morrissey, ganándose con sus canciones un sitio en el corazón de muchos (no los suficientes) fo' evah.
¿Cuántas veces se dijo que Garbage era una banda prefabricada? Lo repetían como loros, todos lo mismo como tontos. Se decía incluso entre algunos de sus seguidores y también en algunas de las buenas críticas que tuvieron, dejando poco curro para los «haters». Todo porque la banda no se compuso de cuatro colegas que se conocieron en el instituto, sino sumando tres productores de éxito, en especial Butch Vig, que había trabajado en obras capitales de Nirvana y Smashing Pumpkins, a una cantante que ellos habían escogido en plan bobo viendo la MTV.
Los años en que Shirley Manson cantaba en un grupo llamado Angelfish, en concreto una cosa que se llamaba ‘Suffocate Me’, existieron, y qué habría sido de nosotros si el guitarrista Steve Marker no hubiera encendido aquel día la tele para poner el programa ‘120 Minutes‘ cuando salió esto:
Este verano se habló mucho sobre el 25º aniversario de lo que se considera la eclosión del Brit Pop, la lucha por el número 1 en las listas británicas entre ‘Country House’ de Blur y ‘Roll With It’ de Oasis, que ganaron los primeros, pese a que los segundos arrasarían a la postre. Ha vuelto a circular aquella mítica portada del NME que en la gloria esté, mientras muchos aseguraban que Pulp, los Manic Street Preachers o Suede merecían más reconocimiento.
Garbage no pertenecieron al Brit Pop, pero por generación tuvieron su conexión: también su disco de debut, ‘Garbage’, cumplió 25 años justo esta misma semana. Como Fleetwood Mac, Garbage son un grupo americano y británico a la vez, dado el origen escocés de Shirley Manson, natural de Edimburgo. Su juego entre grunge por un lado y electrónico por otro vetó que se casaran con nadie y a la vez que nunca fueran un multiplatino tamaño Nirvana en Estados Unidos o tamaño Oasis en Reino Unido. Lo que sí lograron, a cambio, es hacerse su propio hueco entre seguidores de diferentes bandas, compartiendo público con gente tan insospechada como The Prodigy y R.E.M. (con quien compartieron a Samuel Bayer como director de videoclips), como Cranberries y Marilyn Manson (Shirley fue una de las estrellas más afectadas por la muerte de Dolores). Y la noticia que debería copar titulares es que hayan sobrevivido a casi la totalidad de los mencionados.
Garbage son contra todo prode unos enormes supervivientes de su generación, y lo han logrado sin haber cambiado nunca, ni una sola vez, de formación, dejando la pregunta en el aire sobre si es mejor meter a cuatro colegas de instituto en una furgoneta de gira, o a cuatro adultos. Lo claro es que Garbage siguen siendo Shirley Manson, Duke Erikson, Steve Marker y Butch Vig, mientras las idas y venidas de algunos de sus grupos contemporáneas ha sido el gabinete de los hermanos Marx. Sin necesidad de irnos al caso extremo de Smashing Pumpkins, ¿alguien podría enumerar cuánta gente llegó a pasar por Oasis antes de su separación y tras la salida de «Bonehead»? ¿alguien se cree que Damon Albarn esté más a gusto trabajando en Blur que por su cuenta? ¿conoceremos proyecto alguno nuevo de Hole, sea cual sea la formación? ¿De verdad pueden Garbage terminar durando más tiempo juntos que los mismísimos R.E.M.?
La historia ha tenido sus baches, y Garbage llegó a anunciar alguna «separación temporal», lo que se conoce en música como un «hiato», en concreto en 2007, reconociendo que «apenas se hablaban entre ellos». Shirley Manson llegó a plantear una carrera en solitario, pero aquello no cuajó. Esto nos contaba en Madrid en 2012, en una entrevista que por cierto estuvimos a punto de hacer dentro de un taxi, pero por suerte al final no: «Llegué casi a terminar un disco, pero al sello no le gustó. Lo rechazaron porque creían que no era lo suficientemente pop. Yo no soy una chica pop y nunca lo seré. No soy muy fluida en pop. Yo trabajaba apenas para mí, para lo que creo, para mis valores. No me importa si no hago otro disco nunca más».
La noticia es que desde aquel ‘Not Your Kind of People’ que promocionaba aquel día, hablando con toda la paz y la calma del mundo, las cosas parecen haberse estabilizado y el grupo parece más unido y ubicado que nunca: trabaja a su ritmo y especialmente Shirley se ha alzado varias veces como una cabal líder de opinión a la que escuchar hablar sobre la deriva de la política o sobre feminismo. No es que la banda haya necesitado nunca la aprobación de la crítica más erudita, porque no se puede echar de menos lo que nunca se tuvo, pero su último álbum ‘Strange Little Birds’ (2016) recibió las mejores reseñas de toda su carrera este siglo y, no contentos con ello, ahora son capaces de anunciar que en 2021 estarán de vuelta.
En declaraciones a Rolling Stone, en la que ha hablado sobre el podcast The Jump, Shirley ha dicho que su disco está en fase de mezcla, que les quedan 3 canciones para terminar, y que desde entonces se van a concentrar en el diseño y en los detalles finales con vistas al año que viene. Será tiempo de escuchar un 7º álbum de Garbage, que dicen influido en la forma -más que en el fondo- por Roxy Music y que, como mínimo, les mantendrá de actualidad casi 30 años después de su formación. Por algo en un momento dado, realizaron aquella gira americana con Blondie…